Acostumbrados a trabajar en un entorno gris confeccionando fríos documentos derivados de modelos preconcebidos a especie de “prêt á porter” debe tenderse a dar un paso, un cambio en la observación del mundo del derecho.
Hace
veinte años trabajábamos con una Olivetti y papel de carca; los legajos se
cosían; los manuscritos se hacían en un papel muy fino de color
rosa mientras las carpetas azules de cartón y cedidas gomillas se descoloraban en las
polvorientas estanterías de los despachos.
Me preguntaba el porqué la arquitectura, la
pintura habían evolucionado constantemente desde catedrales a rascacielos o
desde Tintoretto a van Gogh.
Sin embargo el derecho se había estancado y encorsetado en lo convencional… en aquél fino papel rosa.
Sin embargo el derecho se había estancado y encorsetado en lo convencional… en aquél fino papel rosa.
Pero todo debe cambiar y la estética, la luz debe entrar en
el mundo del derecho para sacarlo de esas cuevas oscuras llenas de formularios
y rancia madera.
El sistema anglosajón, sin perder un ápice de eficacia y seguridad, ha sabido cambiar este aspecto lejano y oscuro que a veces presenta nuestra profesión, debido
a su carácter flexible y a las posibilidades de adaptación que le otorga su sistema
consuetudinario.
¿Es posible dar un toque de color;
de arte entendido como expresión de un sentimiento, a una materia tan plana y
aparentemente lineal como la jurídica, sin olvidar nunca el rigor y la
responsabilidad que nuestra profesión conlleva.?
Por supuesto que sí..
Cosas que pasan.
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